En Europa somos tontos y en España, todavía más.

 El cambio climático es un problema mundial que exige soluciones globales. En lugar de eso, en Europa hemos decidido dar ejemplo y pegarnos un tiro en el pie. Para evitar la emisión de CO2 fósil, hemos trazado una hoja de ruta que pasa invariablemente por la transición energética. 

Lo malo es que la primera fase exige subvenciones y precios más altos de la energía hasta que las economías de escala cogen velocidad. El resultado es que financiamos las renovables a costa de pagar unos precios desorbitados. También es cierto que no queda otro remedio. No tenemos petróleo, ni gas y queremos mantener nuestra calidad de vida en los estándares más altos. 

Si el coste de la mano de obra en Europa es bastante más alta que en los países subdesarrollados y ahora, el coste energético también, no podemos extrañarnos por la desindustrialización del continente.

En España, es mucho peor. No solo no tenemos industria, tampoco podemos pagar subsidios abundantes al coche eléctrico, pero pagamos la electricidad a precio de oro. No queda industria (recordar Alcoa, como el último ejemplo), y solo queda el automóvil (sin petróleo estamos perdidos, porque no se venderá ni un mísero utilitario) y el turismo (sin petróleo, tenderá a desaparecer por la escasez del oil). Eso si, gastamos como los mejores, los presupuestos dan para todo y para todas y nos encanta discutir de la vida, las independencias, la igualdad, las leyes LGTB (ojo, no tengo nada contra estos colectivos, pero no puede ser que solo tengamos legislación para ellos, cuando la política económica consiste en endeudarse sin fin, sin ningún remedio, ni a corto, ni a largo plazo )  y las pensiones van a crecer como si no hubiera otra partida en todo el presupuesto, gracias a la generosidad de nuestros políticos (y a los votos, claro)  y al envejecimiento.

Mañana (en sentido figurado, no literal), no tendremos ingresos pero seremos felices a la hora de pagar impuestos. No tendremos propiedades, pero nos gustará vivir de alquiler. No tendremos coche, pero como no habrá ni petróleo ni gas, y la electricidad será artículo de lujo, no los echaremos de menos. No tendremos ni trabajo,  pero existirá una excelente cartilla de racionamiento, suficiente para cubrir nuestras necesidades básicas de arroz, pero sin carne, que como todo el mundo sabe, es perniciosa para el calentamiento global. Encima estaremos más delgados, sin necesidad de gastar en costosas dietas y operaciones de estética.

Vamos a solicitar pronto otro confinamiento masivo, no por la enésima variante del coronavirus, sino porque ya no nos queda dinero para salir.

También vamos a llamar a toda la inmigración que pueda venir, para poblar nuestro entorno rural, pues como somos "ricos", necesitamos mano de obra barata para trabajar la agricultura, que a nosotros no nos gusta mancharnos las manos.

Si, España es una muestra clara de como terminan las civilizaciones, cuando la decadencia inunda nuestros hogares. Los políticos solo son reflejo de la sociedad. Tenemos lo que nos merecemos. 

 

Daniel Lacalle nos informa de lo bien que van  las cosas en Europa, en cuanto a las medidas para evitar el calentamiento en China, que nosotros, en un esfuerzo digno de encomio, vamos a hacer para que los indios y chinos, no tengan que dejar de consumir carbón. Nos costará un poco más pagar la electricidad, pero así nos vamos acostumbrando a consumir mucho menos.

https://www.dlacalle.com/en/europe-non-competitive-power-prices-derail-growth/  

A pesar de una cadena interminable de estímulos monetarios y fiscales, la zona euro decepciona constantemente en cuanto al crecimiento y la creación de empleo . Una de las razones es la demografía. Ningún estímulo monetario y del gasto público puede compensar el impacto sobre el consumo y el crecimiento económico de una población que envejece, como también puede confirmar Japón.

Sin embargo, hay un factor especialmente importante que tiende a pasarse por alto. La falta de competitividad de la industria de la Eurozona debido al aumento y no competitivo de los precios de la energía.

Los precios de la electricidad residencial en la Unión Europea entre 2010 y 2014 promediaron cerca de $ 240 / MWh, mientras que los Estados Unidos promediaron casi $ 120 / MWh, o menos de la mitad de los precios de la UE. Los precios de la gasolina y el gasóleo también eran dos veces más caros en la media de la Unión Europea en comparación con los Estados Unidos ( https://www.globalenergyinstitute.org/sites/default/files/2019-07/EU_Report.pdf ).

Esta tendencia no ha mejorado. En 2020, el precio medio de la electricidad del consumidor residencial en Europa mostró un aumento del 13% sobre el precio medio diez años antes.

Los subsidios renovables juegan un papel importante. En Alemania, los precios de la energía doméstica han aumentado drásticamente desde 2006. La electricidad doméstica ha aumentado un 57% entre 2006 y 2019, mientras que el país invirtió más de 150 mil millones de euros en subsidios para energías renovables ( https://www.iaee.org/en/publications /newsletterdl.aspx?id=439 ). El precio de la energía solo representa el 23% de la factura promedio del hogar, mientras que las primas renovables representan el 21% y el costo de las redes el 24%. Hoy, Alemania depende en casi el 24% de su combinación energética del carbón y el 12% del gas natural ( https://www.cleanenergywire.org/factsheets/what-german-households-pay-power ).

Los impuestos y gravámenes marcan la mayor diferencia. Su participación aumentó de manera constante, del 25,6% en 2011 al 40,3% en 2020, con tasas de hasta el 66% en Dinamarca y el 53% en Alemania.

El impuesto sobre el valor añadido (IVA) promedio en la UE es del 15,5% del precio total y oscila entre el 4,8% en Malta y el 21,2% en Hungría ( https://strom-report.de/electricity-prices-europe/ ).

Estos altos precios de la energía, en los que las empresas y los hogares enfrentan impuestos masivos y costos fijos, actúan como una carga para el crecimiento y la competitividad. Incluso en Alemania, donde las industrias exportadoras están exentas de gravámenes renovables, la diferencia con Estados Unidos y China en términos de costos de energía sigue siendo demasiado alta y hace que la mayoría de las industrias pierdan competitividad. Debemos recordar que los costos de energía pueden representar hasta el 30% de todos los costos de una industria. El aumento de los costos fijos en la factura energética significa una carga de capital de trabajo para las empresas que inevitablemente conduce a una menor creación de empleo, ya que los dos costos más importantes son la energía y la mano de obra en los fabricantes industriales.

Un factor negativo clave en Europa es el costo de las emisiones de CO2, que es un impuesto oculto que los gobiernos recaudan por la venta de permisos de emisión. El precio de los permisos de CO2 se ha disparado a niveles récord ( https://www.theguardian.com/environment/2021/apr/20/carbon-emissions-to-soar-in-2021-by-second-highest-rate- en Historia) a medida que los Estados miembros limitan los permisos y aumenta la demanda. Este costo se transfiere directamente a los consumidores, mientras que los gobiernos recaudan miles de millones de euros por venderlos. A medida que se aceleren los objetivos de reducción de emisiones de Europa, es probable que este impuesto oculto penalice a los productores y consumidores a un nivel aún mayor. La Unión Europea representa alrededor del 9% de las emisiones globales de CO2, pero asume el 100% del costo ya que el resto de las grandes economías no imponen una carga tan pesada a los consumidores. Además, el impuesto al CO2 no ha funcionado. La única razón por la que las emisiones de la Unión Europea están cayendo es porque su crecimiento es más débil que el de sus pares. Incluso Estados Unidos redujo las emisiones más rápidamente desde 2007. “Las emisiones de carbono de Estados Unidos han disminuido desde su máximo en 2007 y la reducción de emisiones de Estados Unidos ha superado a todos los países que se han mantenido como parte del Acuerdo de París en términos de emisiones brutas. Sin embargo, muchos países individuales han visto reducidas sus emisiones de carbono a un ritmo más rápido que Estados Unidos ”según The Dispatch (https://factcheck.thedispatch.com/p/has-the-us-reduced-carbon-dioxide ). Lo triste es ver que algunos de los principales impulsores de la reducción de las emisiones de carbono de la UE son un menor crecimiento y la deslocalización industrial a otros países.

Esta carga sobre la competitividad no es solo un factor negativo para las industrias existentes, sino un elemento clave en la decisión de trasladarse a otros países.

Los mercados de energía diseñados políticamente no solo están haciendo que la Unión Europea pierda competitividad, también están frenando el crecimiento potencial y la creación de empleo.

No hay nada negativo en una transición energética más limpia si es competitiva y no genera más efectos negativos que positivos. El problema en la Unión Europea es que la transición energética ha sido diseñada políticamente y no impulsada por la competencia y la tecnología. Las subvenciones y las medidas fiscales equivocadas han dado lugar a costos fijos más altos y precios elevados para los consumidores. En lugar de mercados energéticos fuertemente intervenidos, la competencia abierta entre las energías renovables y el gas natural y la innovación tecnológica habrían sido alternativas mejores y más baratas.

Saludos.